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Jorge Lucas

psicólogo • formador • divulgador
autor y responsable de Lucaspsi Psicología

Hasta qué punto es bueno tener empatía

Veamos las situaciones siguientes:

POV: estás viendo a una abuela cargando con su flamante carro Rolser plagado de artículos, y lo está intentando subir por la escalera, un par de plantas, dado que se ha averiado el ascensor. Observas esa situación y ella te dice: «Hola, vecino, sé que eres una persona de buen corazón. ¿Serías capaz de echarme una manita, que sola no puedo con este pesado carro y no tengo a nadie?». Te imaginas (o sientes) el malestar que debe de estar pasando la anciana y, sin pensarlo dos veces, decides ayudarla. Sus hijos mayores, que estaban pagando la compra, vienen justo detrás y no están cargados con bolsas, precisamente.

POV: ves cómo se te acerca una joven en plena calle céntrica de tu cuidad y te habla de la situación adversa que están pasando las personas de algún país del tercer mundo como Nigeria. Te habla de niños enfermos y desnutridos; de personas sin recursos básicos y que están en peligro de muerte a menos que colabores con dicha causa. Visualizas dicha situación (y unas fotografías muy explícitas) y te sientes mal (aunque en el fondo te viene mal incrementar tus gastos), por lo que decides colaborar con una módica cantidad tras dar una buena cantidad de datos personales a esa joven desconocida. Con el tiempo se descubrió que era una falsa ONG y que se habían aprovechado de unas cuantas decenas de incautos.

POV: aparece un amigo que aprecias mucho y este, tras ser muy amable contigo y preguntarte cómo te va, te vuelve a pedir dinero alegando que sigue en el paro y que lo está pasando mal en su divorcio, ya que todo apunta a que su exmujer tendrá todas las papeletas para quedarse con la casa y los hijos a menos que un milagro se produzca y les asignen la custodia compartida. Ante ese panorama, y con emociones encontradas, decides dejarle de nuevo 50 euros, pero «por última vez». El amigo se gastó esos 50 euros en alcohol y en jugar al bingo; y está mantenido actualmente por sus padres (dato que con el tiempo conoces), que cobran ambos una buena pensión.

Si estas personas han accedido a las mencionadas peticiones es porque han sido, de alguna manera, capaces de sentir o de comprender las situaciones expuestas y han tomado una decisión moral que estiman conveniente; han hecho muestra de tener empatía. Sin embargo, si estás de acuerdo conmigo, algo ha fallado para poder prevenir dichas situaciones: no han sabido mantenerse racionales o se han dejado llevar por el sesgo de deseabilidad social. Han sido manipulados, de una forma u otra, a través de la empatía.

¿Podemos afirmar entonces que tener empatía puede ser algo desempoderante? Expresaré lo que pienso al respecto para que comprendas cómo lo veo, lo cual no significa que no se pueda ver esto desde otra perspectiva o que yo tenga la última palabra al respecto.

 

Recordemos lo que es la empatía

Según Hollin (1994) empatía es: «La capacidad de ver el mundo, nuestra conducta incluida, desde el punto de vista de otra persona». Es decir, no se trata de comprender a la otra persona desde nuestros valores o criterio propios, sino que requiere hacer el esfuerzo intelectual de ser lo más objetivos posible para comprender cómo ve la realidad otra persona desde su mundo, valores, emociones, etc.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que hay dos tipos de empatía tal y como se define en la actualidad: la empatía cognitiva o fría, que consiste en comprender el punto de vista de la otra persona sin que nos afecte desde el punto de vista emocional; y la empatía afectiva o caliente, que además de la comprensión de la otra persona, implica que sintamos lo mismo que dicha persona (Smith, 2006).

Por consiguiente, en las situaciones mencionadas, si una persona tiende a tener una empatía de corte más afectivo, cederá con mayor facilidad ante dichos favores o peticiones.

Añadiría a lo anterior que una persona con empatía no es necesariamente una buena persona de la misma manera que una persona mentalmente sana y que no tiene ningún trastorno o psicopatía significa que sea buena.

A este respecto, los artistas de la estafa y los ladrones —por no hablar de jefes de estado con un alto grado de maquiavelismo— son individuos que tienen una excelente empatía cognitiva, ya que comprenden perfectamente a sus víctimas y sus motivaciones (aunque en un metaanálisis reciente de Romeral et al. [2018] se llega a la conclusión de que los jóvenes delincuentes presentan un déficit mayor en empatía cognitiva que afectiva, sobre todo los de menor edad; no obstante, los hombres en general presentan una mayor empatía cognitiva que las mujeres [Hoffman, 1977; Eisenberg y Lennon, 1983]).

 

Sesgos y toma de decisiones

Otro de los aspectos de la empatía es que tiende a ceder ante ciertos sesgos y esto nos impide tomar decisiones con lucidez. Esto es, cuando estamos ante una persona atractiva, instintivamente se tiende a asociarle cualidades positivas o una mayor bondad que las personas menos agraciadas. Es lo que se conoce como efecto halo (acuñado por primera vez por Thorndike, 1920). Este efecto es bastante conocido por los investigadores de criminología o de la justicia penal.

Además del mencionado sesgo, también estamos ante el sesgo de favorecer al propio grupo de pertenencia en lugar de ser justos e imparciales si nos presentan la información de forma que nos conmueva (véase Tajfel et al., 1971). Imagínate que eres juez y que un acusado por violación empieza a hablar de las bondades tu equipo de fútbol favorito; o, visto de otra forma, que una persona acusada por robo a mano armada comparte algunos valores o la religión del juez o que a este le conmueva que dicha acusada empiece a sollozar.

Estos ejemplos quizá sean un poco extremos y no resulten, a priori, del todo creíbles; empero, en la vida cotidiana se dan casos muy similares, aunque te resulte sorprendente. Si quieres profundizar más sobre la relación entre la empatía y la toma de decisiones morales, te recomiendo encarecidamente que leas el artículo de Decety (2021).

 

Empoderarse sin tener en cuenta al otro

El otro día vi un reel de una psicóloga española en Instagram que me hizo reflexionar. En este se hablaba de que no nos estamos empoderando o potenciándonos realmente si no tenemos en cuenta aspectos como la responsabilidad afectiva o mirar por la otra persona; es decir, me imagino que estaba denunciando una visión narcisista del concepto de empoderamiento que solo tiene en cuenta las capacidades en las que somos activos o agentes (agentic traits, como se denomina dicho concepto en inglés).

En ese sentido estoy de acuerdo con esa psicóloga, ya que no olvidemos que el hecho de responsabilizarnos (o de rendir cuentas a las personas, cosas y acciones a las cuales debemos responder) es una de las fuentes de poder contempladas en el manual de Hogan (2000).

Sin embargo, y esto puede resultar políticamente incorrecto en estos tiempos en los que muchos están ciegos de criterio propio, por lo que se agarran a tener tacto, se recomienda escuchar los demás puntos de vista antes de tomar cualquier decisión, pero no podemos basar la construcción de nuestro criterio o carácter con base en el punto de vista de la otra persona, que, como diría Sartre, nos objetiviza con su mirada y nos reduce a la mala fe, entendiendo «mala fe» a toda aquella visión de nosotros mismos reductora y que no tiene en cuenta nuestro potencial de desarrollo ni nuestra capacidad de ser libres al poder siempre tomar una decisión (Sartre, 2011 [1943]).

Es decir, tenemos que tener metacognición suficiente para discriminar cuándo estamos teniendo tacto y cuándo estamos teniendo una alarmante necesidad de aprobación que podría estar relacionada con un esquema de abandono fruto de nuestro aprendizaje en nuestra infancia en consonancia con nuestras figuras de apego; y esto puede hacer de nosotros personas demasiado inseguras que buscan constantemente agradar, en lugar de hacer lo correcto o satisfacer nuestras necesidades (de forma asertiva, eso sí).

 

Conclusión

En definitiva, he expuesto mi visión, basada en la investigación en psicología más rigurosa y reciente para afirmar que no te creas todo lo que te cuentan sobre el hecho de tener empatía. Dicho esto, es una buena cualidad propia de las personas inteligentes, pero eso no es óbice para no estar atentos a nuestros sesgos y para no actuar en función de nuestras propias conclusiones, no lo que dictan las masas. También hemos visto que las personas con empatía no tienen por qué ser seres de luz, ya que algunas personas la utilizan en su propio beneficio (y perjuicio nuestro).

Así que espero que te haya hecho reflexionar o incluso te haya provocado, para lo cual tienes la caja de comentarios para aportar tu punto de vista fundamentado, a poder ser. Cuando la alteridad nos altera, nuestro empoderamiento no prospera.

 

Referencias bibliográficas

  • Decety, J. (2021). Why empathy is not a reliable source of information in moral decision making. Current Directions in Psychological Science, 30(5), 425-430.
  • Eisenberg, N. y Lennon, R. (1983). Sex differences in empathy and related capacities. Psychological Bulletin, 94, 100-131. http://dx.doi.org/10.1037/0033-2909.94.1.100
  • Hoffman, M.L. (1977). Sex differences in empathy and related behaviors. Psychological Bulletin, 84, 712-722. http://dx.doi.org/10.1037/0033-2909.84.4.712
  • Hogan, C. (2000). Facilitating empowerment: a handbook for facilitators, trainers and individuals. Kogan Page Limited.
  • Hollin, C. (1994). Forensic (criminological) psychology. En A. Colman (Ed.), Companion encyclopedia of psychology (pp. 1231-1253). Londres: Routledge.
  • Romeral, L. F., Fernández, J. S., y Fraguela, J. A. G. (2018). Empatía y delincuencia juvenil: Un meta-análisis sobre la relación. Revista iberoamericana de psicología y salud, 9(1), 1-16.
  • Sartre, J. -P. (2011) [1943]. El ser y la Nada. Barcelona: Losada. Biblioteca de obras maestras del pensamiento.
  • Smith, A. (2006). Cognitive empathy and emotional empathy in human behavior and evolution. The Psychological Record, 56(1), 3-21.
  • Tajfel, H., Billig, M., Bundy, R. P. y Flament, C. (1971). Social categorization and intergroup behaviour. European Journal of Social Psychology, 1, 149-177.
  • Thorndike, E. L. (1920). A constant error in psychological ratings. Journal of Applied Psychology 4, 25-9.
  • Imagen: Pixabay

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